Universidad y Sostenibilidad

Javier Benayas del Alamo. javier.benayas@uam.es
Profesor Departamento de Ecología de la Universidad Autónoma de Madrid.
Secretario Ejecutivo de la Comisión de Calidad Ambiental, Sostenibilidad y Prevención de Riesgos (CADEP) de la Conferencia de Rectores de las Universidades Españolas (CRUE).

En un momento en el que nuestro país está atravesando una profunda crisis, cabe plantearse si las universidades están liderando los cambios que sería necesario  emprender para hacer frente a un futuro más sostenible. Es decir, a construir alternativas económicas que garanticen dejar a nuestros hijos y nietos un mundo al menos con el mismo capital natural y de recursos que hemos heredado de nuestros padres y abuelos. En esta situación las universidades deberían desempeñar un importante papel al promover alternativas y generar debates que faciliten el cambio de modelo para ir construyendo un mundo más respetuoso con el consumo de recursos y más justo en su reparto entre todos los habitantes del planeta. Podemos hacer dos aproximaciones a este planteamiento.

Las universidades están avanzando hacia la sostenibilidad.
 
Una primera visión presenta datos positivos sobre los esfuerzos que vienen realizando, en los últimos años, las universidades para aplicar medidas ambientales y de compromisos concretos con la sostenibilidad. En un estudio realizado en 2011 por el grupo de Evaluación de la comisión CADEP-CRUE “Evaluación de las políticas universitarias de sostenibilidad como facilitadoras para el desarrollo de los campus de excelencia internacional (CEI)” y financiado por el Ministerio de Educación se ponen de manifiesto algunos de los avances logrados en este campo por las universidades españolas. Tras aplicar cerca de 200 indicadores a más de 30 universidades españolas se identifican que los principales avances y actuaciones se han dado principalmente en el ámbito de la gestión de sus campus y en las actuaciones relacionadas con la sensibilización ambiental de la comunidad universitaria. Concretamente se identifican buenas prácticas en las actuaciones para ampliar y diversificar la biodiversidad de sus zonas verdes; en la mejora de la gestión tanto de los residuos tóxicos y peligrosos como en la recogida selectiva de los distintos tipos de residuos; en la aplicación de políticas de fomento de medidas para favorecer un transporte más sostenible como el uso de la bicicleta o en la incorporación de medidas para la reducción del consumo energético.

En este sentido, es interesante señalar un informe elaborado por el Instituto para la Diversificación y Ahorro Energético (IDEA) en colaboración también con la Comisión CADEP/CRUE (2012), en el que se analizaba la evolución del consumo eléctrico de las universidades españolas. En dicho estudio se identifica que las universidades han pasado de consumir unos 1.300Kwh/ alumno en el año 2010 a menos de 1.150 kwh/alumno en 2011. Lo que supone una reducción de cerca de un 12% en el consumo eléctrico global del conjunto de las universidades españolas. Una cantidad que traducida a euros podría estimarse en un ahorro de entre 10 y 15 millones de euros. Muy probablemente estas cantidades pueden duplicarse si consideramos los datos de los dos últimos años. Periodo en el que la mayoría de las universidades han comenzado a aplicar las principales medidas de ahorro. Aunque la crisis efectivamente está contribuyendo de forma significativa a aplicar políticas de ahorro y de mayor eficiencia económica en el consumo de recursos también está sirviendo para que algunas instituciones inicien procesos para repensar muchas prácticas cotidianas que eran totalmente  insostenibles y que requerían de transformaciones profundas.

Desde que se creó la comisión CADEP/ CRUE el número de universidades implicadas ha ido evolucionando desde las 19 que asistieron a la cita inaugural (2003), a las cerca de 40 que participan asiduamente en sus reuniones semestrales. Más de 60 de las 75 universidades que existen en España han participado en alguna ocasión en estos eventos. Sin duda estos datos muestran el gran interés y el efecto positivo que esta tenido las actuaciones de esta Comisión en el desarrollo e incorporación de políticas de sostenibilidad en las universidades españolas. Sin ninguna duda se podría decir que la universidad actual está mucho más comprometida con los principios de la sostenibilidad que el modelo de universidad que conocieron los que estudiaron hace veinte o incluso menos de diez años.

Las universidades no están entendiendo el reto de la sostenibilidad:

Por el contrario una segunda postura defiende que las universidades no están entendiendo los verdaderos principios de la sostenibilidad. Aunque se han dado los primeros pasos, aún queda mucho camino por recorrer. En la mayoría de las universidades las políticas de sustentabilidad son actuaciones incipientes, escasas y aisladas, careciendo de un plan global de actuación que cambie de forma profunda la forma de funcionar de la propia universidad.

Estas ideas podrían ser una de las principales conclusiones que se pueden encontrar  en el informe mundial elaborado en 2012, por más de 500 expertos de todo el mundo,  para la Global University Network for Innovation (GUNI-UNESCO) sobre los retos y compromisos de las Universidades con la sostenibilidad. Este informe intenta identifica las principales barreras y dificultades a las que se enfrentan las instituciones de Educación Superior para poder intervenir de forma eficaz para introducir cambios en una sociedad basada en unos principios de insostenibilidad. Algunas de las limitaciones que se identifican en este estudio se basan en la estructura excesivamente disciplinar y compartimentalizada que persiste en la mayoría de las universidades. La cual no favorece un acercamiento a un análisis integrador y globalizado de los problemas. También señala que existe una apuesta importante por las soluciones basadas en la aplicación de avances tecnológicos sin debatir las limitaciones que implican su  aplicación. O que los programas docentes suelen contener una agenda oculta de prácticas basadas en acciones no sostenibles que no favorecen la reflexión sobre los valores éticos de las acciones humanas en el medio. En relación con la investigación se hace hincapié en que está se centra más en valorar el factor de impacto de las publicaciones que en fomentar la relevancia o impacto social de los avances y soluciones planteadas por los investigadores. También se señala que la sociedad tiende a percibir e identificar a la universidad como una torre de marfil donde los expertos se encierran sin una implicación directa con los problemas reales de la sociedad.

Podríamos seguir identificando limitaciones y haciendo una amplia lista de problemas a los que se enfrentan nuestras universidades en la actualidad pero quizás la principal carencia es que no están consiguiendo implicar a sus profesores y formar a sus estudiantes y futuros líderes de la sociedad en los principios de la sostenibilidad. No se han dado pasos significativos para que los estudiantes de las distintas carreras (sean de Económicas, Derecho, Filosofía, Medica, Ingenierías o Biología) reciban una formación básica para construir un sistema económico y social basados en los principios de los sostenibilidad. Difícilmente podremos introducir cambios profundos a medio y largo plazo si la formación que reciben los profesionales del futuro se sigue basando en las prácticas y modelos que nos han llevado a esta situación de crecimiento ilimitado en un mundo que es claramente finito y que no puede soportar un consumo de recursos por encima de sus tasas de renovación.